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9 de enero de 2012

Hay un niño con los ojos de agua, que todavía lo es, y probablemente la infancia no se le cure en toda la vida, de manera irremediable. Irremediablemente intenso, musical, luminoso. Sí, exacto, él es luz. Luz de mares y sombreros. Y si separa los labios la tierra sólo puede echarse a temblar. O quizás sea cosa mía, y la que tiembla en realidad soy yo. Pero si su aliento me roza me muero un poquito menos.
El niño de los ojos de agua ha despertado. Sálvese quien pueda.
El niño de los ojos de agua me ha mirado, y yo sólo quiero ahogarme en sus pupilas.