Sólo podía ver el precipicio que había dejado tras ella. Un dolor ajeno, pero inevitable e irremediable. Culpa, ascuas y brasas que aún no habían dejado de dar calor y una inquietante sensación de ligereza.
Comenzaba un camino sola. Su camino.
A partir de ahora todo sería nuevo, hasta las sábanas en las que dormiría y el suelo en el que otros temblarían por ella y por sus ojos. Todavía le costaba imaginar y admitir que no sería la mirada de César la que la desnudase, pero cuando ya sólo quedan besos por compromiso, no quedaba mucho más por hacer.
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Tú dando tumbos. Como siempre, supongo, aunque no lo sé a ciencia cierta, sólo lo intuyo en tus ojos. "¿Te encontraré?" No debes decirlo en serio. Precisamente ese es el problema, que vengas cuando vengas, vas a encontrarme aquí, con las manos sobre las rodillas. Probablemente tú no lo harías por mí. No me extraña, es lo más inteligente.
Tú. Y mis labios estallan.
Sólo el universo es infinito, y yo, como no-universo, he llegado al límite. A partir del último punto comienza mi propia carrera. Tu dorsal está en el suelo. Alcánzame si te atreves, valiente.