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7 de abril de 2011

Yo Estoy en Blanco Sin Ti. . . :(

Pides que te de algo que no existe en mi cabeza, y me dejas sentada en la calle, sin saber dónde mirar para encontrar la respuesta a tu cuestionario de mil preguntas tipo test. Mis ojos te buscan, pero te has perdido entre la gente, dicen que no vas a volver hasta que no tenga escrito un legado en el que te declare formalmente mis intenciones, mis vicios, mis gustos y mis disgustos, para que te hagas una idea de mí y no te quede lugar a dudas. Y yo, que soy de las que opinan que las dudas son la parte divertida, la que rompe las rutinas y te impulsa a descubrir, me quedo bolígrafo en mano, inmóvil como un cactus, o como un animal dolorido atrapado entre dos losas.
Pienso que podría decirte que no es justo, que no valen los exámenes sorpresa, que yo no busco tu aprobado, que no me importan tus suspensos, arrugar el folio y entregarlo en blanco. Y sin embargo, empiezo a garabatear unas líneas, algo un tanto cursi sobre tu sonrisa de otro universo, sobre las pecas que te cubren la nariz cada verano, sobre esos hombros redondos que no me atrevo a tocar, aunque me muera de ganas. Pero sigo pensando que no lo mereces. Y me gustaría enfadarme contigo, pero esos hoyuelos que te salen junto a la comisura de los labios me ganaron la batalla hace mucho -demasiado- tiempo.
Así que empiezo de nuevo. Y te hablo de los sueños, de la luna, de un deseo y de la magia. Y en la tercera hoja no va la vencida, y en la cuarta, tres cuartos de lo mismo. Me sale hablar de ti, o hablar del tiempo, pero de pronto, no se escribir la palabra “nosotros”, y el “yo” está escondido, y lo mío me aburre, y lo de aquí y ahora no tengo ganas de contarlo. Y paso página, como me gustaría hacer con tantas cosas, para darme cuenta de que, por mucho que lo intente, detrás queda otra hoja, y otra, y otra más… infinitas… demasiadas hasta que acabe el cuaderno.
Así que lo veo claro, me levanto, y te llamo a voces en la noche, hasta que me oyes y acudes. Aquí me tienes, y aquí te tengo, y te doy el papel, un poco arrugado por las esquinas, y también en el medio, por el sudor de los nervios de mis manos. Y no sé si en tu cara se pinta la decepción o la sorpresa cuando entiendes que todo lo que puedo decirte con palabras es ese folio en blanco. Lo demás, prefiero que lo descubras por ti mismo. Que no sea yo, ni seas tú quien escriba nuestra historia. Porque ahora, aquí, ante ti, otra vez y como siempre no sé nada, no soy nada, no quiero nada, no necesito nada, no pienso en nada… estoy en blanco.

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